Resquicios otoñales y últimas lecturas.

Anteayer recogí los últimos resquicios del otoño, las hojas secas que confieren a esta temporada su belleza deslumbrante en tonos naranja y carmesí. El invierno ha puesto punto y final al exuberante encanto de los árboles caducifolios, cuyas ramas, ahora desnudas, se recortan sobre la luz fría y pálida de la gélida estación. La mustia estampa de los árboles parece erigirse ante nuestros ojos como una clara advertencia sobre la fugacidad de la belleza: vanitas vanitatum et omnia vanitas

 

Millais, Hojas de otoño, 1856.

 

Y en estos días invernales y navideños, en los que me encanta permanecer junto a la cocina de leña con un libro y una buena taza de café, me decanté por la lectura de La casa del páramo de Elizabeth Gaskell, obra publicada en 1850 como cuento de Navidad. Finalicé anoche esta breve novela y, aunque le dedicaré una reseña estos días, os diré que me fascinó el modo en que la autora nos conduce hacia la casa del páramo, el hogar de los Browne. En general, me pareció una lectura que encierra valiosas enseñanzas y en la que sobresalen unas descripciones paisajísticas sumamente hermosas y evocadoras. Sin embargo, los personajes que pueblan esta novela son bastante planos y muy polarizados, sin olvidar que el cierre de la historia me pareció precipitado y poco verosímil. De todos modos, tengo entre mis pendientes dos obras más de la autora, Cranford y Norte y sur, por lo que seguiré ahondando en su estilo e historias.


Asimismo, me apetecía regresar a la literatura grecolatina de la mano de Aristófanes (ca. 450 a.C. - 385 a.C.), el gran comediógrafo griego. Para ello, elegí un volumen de Alianza Editorial que incluye tres de las once obras conservadas del ateniense: Los pájaros, Las ranas y Las asambleístas. Ahora mismo me encuentro en la recta final de Los pájaros y he de decir que me divirtió mucho el pasaje en el que varios individuos, tan simpáticos como caraduras, acuden a la recién fundada Cucunubes con el objeto de obtener algún tipo de beneficio: el geómetra que pretendía medir el aire con regla y compás es absolutamente genial, tanto como el recitador de oráculos y su «aquí tienes el libro...».

Tereo, el rey transformado en abubilla...


En los próximos días publicaré las reseñas de El honor perdido de Katharina Blum de Heinrich Böll, así como de La casa del páramo de Elizabeth Gaskell.


Un abrazo lector,

Joana💙

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