El compás cansado de las máquinas de coser.

 

El pasado mes de enero, decidí seguir descubriendo la obra de la impresionante escritora Edith Wharton. Afortunadamente, la biblioteca de mi localidad está bien pertrechada de libros de la autora estadounidense y pude volver a disfrutar de su soberbia capacidad no sólo para el retrato psicológico e individual, sino también para el social; de su pluma afilada e incisiva, pero sin dejar de ser tremendamente sutil y elegante.

 

Una de las novelas por las que me decanté fue Las hermanas Bunner, escrita en 1892 y publicada en 1916. En ella, Edith Wharton narra la vida de Ann Eliza y Evelina Bunner, dos hermanas que regentan una modesta tienda de costura situada en un semisótano que les sirve también de hogar. Allí llevan una vida casi monástica y plagada de carencias: una vida congelada que sólo parece echar a andar cuando entra en sus vidas el reloj que Ann Eliza adquirió para su hermana en la tienda del señor Ramy.

 

Debido a este acontecimiento, las Bunner no tardan en entablar amistad con el señor Ramy, una relación que parece traer un soplo de aire fresco a sus vidas, pero también una nueva ocasión para Ann Eliza de poner en práctica su mayor especialidad: el arte de la renuncia, mediante el cual pretende hacer feliz a su hermana. Es entonces cuando el tictac del citado reloj lo único que hace es remarcar unas horas plúmbeas e irrecuperables, así como el transcurso de la vida por una pendiente escarpada de dolor: un viaje vertiginoso que produce una separación insalvable entre ambas hermanas.

 

Un aspecto que me encanta de los escritos de Edith Wharton es que dejan traslucir su pasión por la decoración y el arte, disciplinas a las que recurre para describir y pintar, entre otras cosas, el aspecto físico de las hermanas. Así, destaca la figura prerrafaelita de Ann Eliza, así como los cabellos apretados de ricitos, cual estatua asiria, de Evelina. Gracias a estos apuntes, los personajes y escenarios se erigen con solidez en la imaginación del lector. Además, la autora contextualiza la historia haciendo referencia a los pintores de la Escuela del Río Hudson (1825 – 1875), así como a Christine Nilsson, célebre soprano sueca que, si mal no recuerdo, también menciona en La edad de la inocencia.

 

 

Jasper Francis Cropsey: Otoño en el río Hudson (1860).

Cristina Nilsson en 1870 por Nadar.

Por otro lado, he de decir que me pareció increíble el modo en que la autora plasma la monotonía y el sentimiento de opresión que atenaza el hogar –y los corazones– de las hermanas Bunner en una obra que me mantuvo expectante hasta la última línea.

 

En definitiva, Las hermanas Bunner es un libro sobre las oportunidades perdidas y el paso inexorable del tiempo, en el cual se habla también de otros temas como el consumo de estupefacientes, describiendo los cambios a nivel físico y psíquico que sufren quienes padecen dicha adicción. Desde luego, Edith Wharton es capaz de narrar y pintar grandes historias en pocas pero precisas líneas.

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