Vivir entre penumbras.

 


La solterona (1921) es una breve novela ambientada en 1850 cuyas protagonistas son dos primas: Delia Ralston, una mujer que parece felizmente casada, y su prima Charlotte Lovell, quien carga con un aplastante secreto que la impide casarse con su prometido. Cuando Charlotte confiesa su secreto a Delia, ambas quedan inexorablemente unidas en una existencia plagada de hirientes silencios, reproches y rencor.

 

Lo que Edith Wharton ilustra en esta novela es, una vez más, el rígido corsé social que oprimía a las mujeres hasta casi dejarlas sin aliento. De hecho, la narradora afirma que «la tolerancia social no medía a hombres y mujeres por el mismo rasero» (p. 48) por cuanto en las mujeres se consideraba una auténtica deshonra el permanecer soltera y tener hijos fuera del matrimonio.

 

Como siempre, el retrato psicológico que Wharton realiza de las dos primas es absolutamente magistral. Enseguida me caló hondo esa atmósfera inquietante, tan cortante como el filo de una navaja, creada por los silencios que imponía el decoro social, y sentí lástima ante la silenciosa y profunda resignación de dos mujeres que no pudieron disfrutar del verdadero amor. Dos mujeres que, aun habiendo tomado derroteros completamente diferentes en la vida, tenían que contentarse con las vagas ensoñaciones de una reprimida juventud.

 

Al hilo de todo esto, Delia, quien sí hizo un buen matrimonio a ojos de la sociedad, pero no a los de su corazón, pone en tela de juicio lo que entonces se consideraba como la exitosa cúspide en la vida de toda mujer: «…la beatífica broma de la ceremonia nupcial; una semana o un mes de sonrosante congoja, aprensión y embarazoso placer; luego, la progresión de la costumbre, el insidioso arrullo de la rutina… (…) Y a continuación, los bebés; los bebés que se suponía que “lo compensaban todo”, pero que resultaba no ser así… por más que fuesen criaturas entrañables. Una seguía sin saber exactamente qué se había perdido o qué era aquello que los hijos compensaban» (p. 16).

 

¿No existen, aún hoy, enconados debates y numerosos artículos académicos sobre el papel de la mujer y la maternidad? Si cito esto es porque el otro día me dijeron que los clásicos no pueden ser actuales, cuando un clásico sigue en pie, precisamente y entre otras cosas, por su rabiosa actualidad.

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