Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro.

 

Dice la anciana narradora de Donde el corazón te lleve (1994) que, en su etapa adulta, el ser humano se forja una coraza invisible a medida: cuanto mayores sean las heridas que lo asolan, más gruesa y compacta será dicha protección. Sin embargo, el paso del tiempo termina por hacer mella en la coraza y, entonces, una anciana como ella se queda sola frente a su esencia, sus hondos secretos y sus heridas abiertas. En ese momento, cualquier cuestión, aunque no parezca tener importancia alguna, penetra en las heridas para dirigirse hacia el corazón, ocasionándole un intenso y punzante dolor. Y esto hace que se derramen lágrimas, muchas lágrimas.

Esa soledad y desprotección que siente la narradora, sola frente a su dolor, se exacerba por la incomprensión de su entorno: su adolescente nieta, único eslabón familiar al que puede asirse, no comprende el sufrimiento de su abuela, si bien tampoco –lógico por su edad– parece entenderse a sí misma. La joven está inmersa en la búsqueda de su centro, de su identidad, un camino que precisa extraviarse en no pocas ocasiones y que, de momento, la ha llevado a irse lejos, a estudiar al otro lado del océano. La abuela sí comprende la situación que está atravesando su nieta y, por ello, le escribe esta especie de diario en el que narra su vida para conocerse y darse a conocer; para ayudar a la joven a encontrar su lugar en el mundo confesándole todos los secretos familiares antes de que sea demasiado tarde.

La anciana bien sabe que no poder rectificar el pasado, así como la imposibilidad de decir lo que no se dijo a tiempo, son algunas de las más crueles limitaciones de la condición humana. Por supuesto, también sabe que comprender y aceptar de dónde se viene es el primer paso para poder avanzar sin mentiras, para aceptar la responsabilidad propia sin buscar culpables externos. Así, la anciana brinda a su nieta un escrito intimista y sincero, lleno de vericuetos e inesperadas confesiones: habla sobre su matrimonio y sobre su hija Ilaria; sobre los tiempos de la guerra y la condición de la mujer por aquel entonces; sobre la soledad y la desesperanza; sobre la vida y el amor. Y, por encima de todo, le habla de él, de Ernesto, porque es muy importante –y tarea compleja– conocer a una persona antes de emitir juicios a la ligera: «la comprensión nace de la humildad, no del orgullo» (p. 162).

Entre confesión y confesión, y en relación a ellas, la narradora plasma una serie de sabios consejos y provechosas enseñanzas. Por ejemplo, incide en la importancia de los aspectos psicoemocionales y espirituales en el desarrollo de los niños: una educación poco afectuosa y basada en la tiranía de la exterioridad, sin cuidar lo que se dice ni el cómo se expresa, puede causar heridas indelebles en las personas. Asimismo, destaca su reivindicación de la generosidad –el egoísmo supone vivir de espaldas a la realidad– y del amor en una época eminentemente utilitarista. Y, por supuesto, habla de las consecuencias de renunciar a uno mismo, del grave error que supone no escuchar a nuestro corazón.


📖 Reseña de Donde el corazón te lleve (1994), de Susanna Tamaro. Traducción de Atilio Pentimalli Melacrino para la Editorial Seix Barral (2001).


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