Autómatas humanos.



La casa de la alegría (1905), de Edith Wharton, es la historia de una mujer situada en una encrucijada. Lily Bart creció en una familia acomodada que, por diversos avatares, terminó en la ruina más absoluta. Así, la protagonista se debate constantemente entre la idea de éxito que le inculcaron en el seno familiar, estrechamente relacionada con la búsqueda de un marido adinerado que colme sus deseos materiales y sus aspiraciones sociales, y aquella otra que subyace en su corazón, ligada a los propios sentimientos y a la libertad personal. Sobre esta trama, Wharton borda una afilada pero elegante crítica a la hipocresía de la alta sociedad neoyorquina de la época, «un vasto grupo de autómatas humanos» cuyas rígidas normas y costumbres eran de obligado cumplimiento para todos aquellos que aspirasen a formar parte de «la gran jaula dorada en la que todos se apiñaban para que la multitud los admirase». 

Estas leyes no escritas, que se erigían sobre las bases del disimulo y los sobreentendidos, afectaban a todos los miembros de la jaula dorada, si bien asfixiaban doblemente a las mujeres, especialmente a las más jóvenes. Y es que las muchachas caminaban en todo momento sobre una cuerda floja, con todas las miradas puestas sobre ellas en busca de posibles actos indecorosos que provocasen su fulminante caída. Siempre que pasaba algo entre un hombre y una mujer, la culpaban a ella, aunque, si la acusada contaba con una gran fortuna, podía olvidarse lo sucedido: el trato diferenciado que dan a Bertha Dorset y Lily Bart es un buen ejemplo de ello. Desde la jaula dorada también se condenaba tanto la figura de la solterona (Gerty Farish) como la de la divorciada (Carry Fisher), por mucho que el divorcio estuviese a la orden del día por aquel entonces. Por supuesto, Edith Wharton no se corta al exponer las miserias de este aurífero grupo del que ella misma formaba parte y del que las consideradas como ovejas negras eran desterradas sin piedad. 

 

«Pertenecen al vasto grupo de autómatas humanos que pasan por la vida sin descuidar uno solo de los gestos ejecutados por las marionetas restantes». 🌿

La casa de la alegría me pareció una gran novela costumbrista e introspectiva cuyo redondo final me dejó con el corazón roto en mil pedazos. Aún hoy sigo pensando en Lily Bart, un personaje que resulta insoportable por momentos, pero al que acabas comprendiendo y compadeciendo... 

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