Colonizar la bóveda celeste.

Vuelta a los clásicos grecolatinos... 🌿
 

Últimamente, se proyectan en mi memoria numerosas instantáneas de vivencias pasadas, sobre todo de la infancia y adolescencia. Serán las fechas... o quizás el paso de los años. El caso es que recordé que, cuando estudiaba griego antiguo en el instituto, el profesor –Manuel– nos mandó leer dos obras de Aristófanes: Lisístrata y Las nubes. Éramos siete alumnos en clase y debíamos representar el papel o papeles que el profesor nos había asignado previamente. Nos lo pasamos muy bien, y este buen y simpático recuerdo fue el que me hizo querer volver, tantos años después, a Aristófanes.

Aristófanes (ca. 450 a.C. - 385 a.C.) fue un comediógrafo ateniense al que se considera como el máximo exponente del género cómico en la antigua Grecia. Se sabe que escribió un total de cuarenta y seis obras, de las cuales sólo once se conservan completas. En concreto, en esta entrada voy a hablar de Los pájaros, Las ranas y Las asambleístas, comedias incluidas en un volumen de Alianza Editorial (2005) con traducción, introducción y notas de Javier Martínez García.

 

En la antigua Grecia, la representación de estas obras teatrales estaba vinculada a la celebración de festivales y rituales de carácter religioso. Por ejemplo, Los pájaros obtuvo el segundo premio en las Dionisias del 414 a.C., fiestas que se celebraban en el mes de marzo en honor del dios Dioniso. Tenía lugar entonces la procesión de una estatua del dios, junto a la que caminaban jóvenes en edad militar portando antorchas y canéforas con distintas ofrendas para los sacrificios. En este contexto, en el que la ciudad de Atenas recibía a diferentes e importantes personalidades, se producían las competiciones dramáticas.

 

Los pájaros.
 

Los pájaros cuenta la historia de Pisetero y Evélpides, dos ancianos atenienses que están hartos del ajetreo y las discordias inherentes a la ciudad. Anhelan encontrar un lugar tranquilo en el que establecer sus propias normas y, para ello, piden consejo a Tereo, el rey que fue convertido en abubilla por los dioses. Al final, la conversación entre los ancianos y el legendario rey de Tracia  culmina en el planteamiento de una ciudad de los pájaros, la cual estaría situada, cómo no, en la bóveda celeste. Aunque los pájaros se muestran agresivos y reticentes en un primer momento, deciden escuchar a los atenienses por cuanto «los sabios aprenden mucho también de sus enemigos. Ser precavido ayuda en todo». El lector asistirá a la fundación de Cucunubes, al establecimiento de sus normas y a las primeras tensiones con los dioses olímpicos. Pisetero, que se erige como el líder del proyecto, elabora todo un mito para sostener tal fundación y en el que sostiene la supremacía de los pájaros, los cuales serían anteriores, incluso, a la propia Tierra –la invención de fantasiosas identidades culturales con fines oportunistas no es cosa reciente...–.


Tereo, legendario rey de Tracia, protagoniza una historia cruel y macabra junto a Procne, su mujer, y a Filomela, su cuñada.

Una escena que me resultó muy divertida es aquella en la que algunos personajes, tan simpáticos como caraduras, se dejan ver por la recién fundada ciudad con el objeto de obtener algún beneficio. Los encontrones de estos con Pisetero no tienen desperdicio, siendo mis favoritos el recitador de oráculos con su «aquí tienes el libro», y Metón, el geómetra que pretendía medir el cielo con regla y compás. Como en las restantes obras de Aristófanes, Los pájaros cuenta con numerosas bromas y burlas, no pocos momentos escatológicos y unas salidas de tono inesperadas que provocan la risa del lector/espectador. 

 

La vida de pájaro «no es desagradable en el día a día. De entrada en ella se necesita vivir sin cartera».
 

En Las ranas, el dios Dioniso se muestra disgustado porque el arte de la tragedia no ha sido capaz de florecer desde el fallecimiento de Eurípides, su poeta favorito: «si estás buscando un poeta fértil, uno que profiriera un frase original, ya no lo encontrarás más». Debido a ello, el dios se plantea viajar a los infiernos con el objeto de devolver a su amado poeta al mundo de los vivos. En este viaje, Dioniso estará acompañado por su esclavo Jantias e irá ataviado como Heracles, disfraz que dará mucho juego durante la primera parte de la obra. 

 

Como Heracles tuvo que descender a los infiernos para capturar a Cerbero, Dioniso le pregunta sobre el camino más conveniente para llegar hasta allí.

Una vez en el Hades, Dioniso debe actuar como juez en una disputa entre Esquilo y Eurípides por el trono de la tragedia. Sin embargo, la discusión entre los poetas está lejos de ser respetuosa, ya que ambos muestran una actitud muy cercana a la de los actuales tertulianos de televisión: parodian y ridiculizan el estilo del otro –la escena del «frasquito» es genial–, hacen referencia a momentos delicados de la vida privada del contrincante... Todo ello sirve al autor para reflexionar sobre las novedades introducidas en el arte de componer tragedias, así como sobre la función del poeta: ¿debe éste instruir al pueblo con sus obras? 

 

Las ranas fue representada en las Leneas del 405 a.C.

Por último, Las asambleístas está protagonizada por Praxágoras, una mujer que pretende subvertir el orden y los valores establecidos en Atenas. De este modo, utilizará su inteligencia, astucia y dotes de liderazgo para reunir a las mujeres atenienses y engañar a todos en la asamblea, un espacio reservado a los hombres. Allí, Praxágoras plantea que, si las cosas van mal con los hombres al mando, necesariamente tienen que ir bien si las mujeres toman el poder. Un pensamiento que, por otra parte, resulta muy simplista, como si el buen gobierno dependiera del sexo y no de las capacidades de quienes están al frente y de los recursos materiales disponibles. Otro de los puntos que plantea Praxágoras es el establecimiento de una especie de comunismo, para lo cual se ve obligada a destruir los pilares básicos de la familia nuclear y de la belleza. Como se ve en la obra, no todos salen bien parados en esta ginecocracia... 

 

Las asambleístas parece que fue representada en 392 a.C.

De las tres piezas dramáticas, mis favoritas fueron Los pájaros y Las ranas. En cuanto a Las asambleístas, su argumento me recordó al de Lisístrata, aunque, si mal no recuerdo, esta protagonista no pretendía, en modo alguno, la revolución que sí puso en marcha Praxágoras. Termino la escritura de esta entrada con una tarea pendiente más en cuanto a lecturas se refiere: releer Lisístrata.

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