Demasiados inviernos en Starkfield...


«La vuelta a la realidad fue tan dolorosa como recobrar la conciencia después de haber tomado un anestésico»...

 

Leer Ethan Frome de Edith Wharton significa adentrarse en parajes de gélida soledad, de abrumadora y blanca inmensidad. Esta breve novela se publicó en 1911 y comienza con la llegada del innominado narrador a Starkfield, un ficticio pueblo de Nueva Inglaterra. Pronto llama su atención el tono silencioso y nostálgico que envuelve a la comunidad, la permanente sensación de entumecimiento que lo invade todo. Pero, sobre todo, lo que más intriga al narrador es la presencia de un hombre singular que cojea, posee una cicatriz en la frente y aparenta más años de los que realmente tiene: Ethan Frome. Es tan vivo el interés del narrador por este hombre trabajador y ensimismado, que decide investigar y trazar su historia, la cual pone a disposición de los lectores. Por tanto, lo que propone Edith Wharton en esta novela es una historia dentro de otra historia. 

 

Ethan Frome era un joven prometedor que soñaba con finalizar sus estudios e iniciar una nueva vida lejos de Starkfield. Sin embargo, el fallecimiento de su padre le obliga a ponerse al frente de un hogar marcado por la soledad, pues su madre, que enferma poco después, se sume en un estado de progresivo aislamiento. Este aplastante silencio se rompe cuando su prima Zenobia Pierce, quien va a encargarse de los atentos cuidados que requiere la anciana, se instala en casa de los Frome. Y es que Zeena no es solo voluntariosa y eficiente, sino que también posee una viva locuacidad que, para Ethan, supone un cálido soplo en mitad del invierno. Tanto es así que, cuando fallece su madre, a Ethan le asalta un profundo miedo a la soledad y le pide matrimonio a Zeena, si bien más por puro egoísmo que por amor: «muchas veces se diría después Ethan que aquello no habría ocurrido si su madre hubiera muerto en primavera en vez de en invierno...».

 

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No obstante, parece que ciertos esquemas se repiten: el lúgubre silencio del hogar de los Frome también se apodera de Zeena, quien pasa largas temporadas encamada y cada vez se vuelve más hosca, retraída e hipocondríaca. Este cambio de actitud en Zeena, además de pesar como una losa sobre su esposo, provoca la llegada al hogar de Mattie Silver, una prima suya que la sustituirá en las tareas domésticas. Por aquel entonces, el matrimonio no podía imaginar lo que cambiaría su vida debido a la presencia de esta chica ensoñadora, olvidadiza y cálida. 

 

A partir de ahí, el lector encontrará una historia plagada de silenciosos reproches tan afilados como la hoja de un bisturí, así como de una tensión sexual desbordante que el narrador plasma con extraordinaria eficacia: no sólo son absolutamente reveladores los gestos y las miradas que intercambian los personajes implicados, sino también su evidente conflicto entre lo que piensan y sienten respecto a lo que dicen y silencian. Por otro lado, el significado de los diferentes acontecimientos narrados se subraya mediante el uso de numerosos simbolismos, como el gato, los geranios y, sobre todo, la oscuridad, que parece perseguir incesantemente cualquier atisbo de luminosa felicidad. Además, esta oscuridad suele asociarse a diversos elementos funerarios, con lo cual el narrador crea una ambientación tan inquietante como expresionista que logra transmitir al lector una auténtica sensación de opresión, de oscuro encierro, de vida congelada.


«De vez en cuando, surgía a lo lejos en los campos una granja silenciosa y fría como una lápida». 

 

«Y mientras bajaban, la oscuridad descendía con ellos de las cargadas ramas de los abetos como un velo negro». 

 

 

En definitiva, Edith Wharton brinda al lector una breve pero muy interesante novela tanto por su magnífico desarrollo como por su inesperado desenlace, todo lo cual mantendrá al lector expectante hasta el final de la obra. Si hay algo que este escrito deja patente es que, una vez más, todo idealismo conduce al fracaso y que el amor exige, ante todo, un alto grado de racionalidad.


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