Como un Napoleón del páramo.

 
Sjón, además de ser el autor de algunas de las canciones más famosas de Björk, ha escrito novelas tan evocadoras como El zorro ártico, gracias a la cual consiguió el Premio de Literatura del Consejo Nórdico en 2005. La trama se desarrolla a finales del siglo XIX y nos traslada al valle de Botn, donde Baldur Skuggason, un pastor luterano, intenta dar caza a un zorro pardo. Mediante una narración fragmentada y minimalista, las historias de los habitantes del valle se van fundiendo con la de Baldur Skuggason de forma magistral. Así, conoceremos las vidas de Fridrik, un herborista inteligente y noble; Hafdís, la muchacha con síndrome de Down que colecciona plumas de aves; Hálfdán Atlason, un hombre enamorado; y Sölvi Helgason, el vagabundo que viaja de casa en casa reparando todo tipo de objetos.

La prosa de Sjón me pareció muy sugestiva, pues es capaz de recrear parajes y sensaciones con una gran economía de medios. Aún permanecen en mi memoria las impresionantes escenas de la persecución del cazador y de la incesante huida del zorro, así como las referentes al hombre que, en solitario, espera la llegada de su inexorable destino mientras lucha por no perder la cordura. Si bien fuera del mundo de las fábulas los «malos pastores» no siempre experimentan su castigo, esta novela nos transmite que la soberbia y la maldad convierten al hombre en un cazador cazado, en «un Napoleón del páramo», esto es, en un ser solitario, derrotado e impotente ante las fuerzas de la Naturaleza, la cual siempre se muestra indiferente ante los sentimientos y deseos que conturban a los seres humanos.

Este libro, en el que resuenan los ecos de las leyendas populares islandesas, me pareció hermoso y descarnado al mismo tiempo. Y es que la belleza puede tener también su lado implacable: bajo un manto de inmaculada blancura puede esconderse la más oscura y temible maldad... 


«Los zorros pardos se asemejan a las piedras de una manera tan asombrosa que se diría obra de brujería. Cuando están sobre una roca en invierno es imposible distinguirlos de la piedra; más todavía que los zorros blancos, que siempre arrojan alguna sombra o destacan sobre la nieve por su amarillenta palidez». 💙

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