Hacer todo el bien posible.

 
¡Qué mérito el de Anne Brontë al escribir una primera novela tan deliciosa desde su cautivador inicio y, sobre todo, rebosante de valiosas enseñanzas! Agnes Grey vio la luz en 1847 y está narrada en primera persona por Agnes, una joven delicada y criada entre algodones que, por diversos avatares familiares, se ve obligada a trabajar como institutriz. Anne Brontë conocía muy bien esta profesión por cuanto la ejerció desde 1839: «toda historia verídica encierra una enseñanza, aunque, en ocasiones, el tesoro sea difícil de encontrar...». 
 
En efecto, las páginas de esta novela atesoran no una, sino muchas enseñanzas que, además, son tan necesarias ahora como antaño (por eso me encanta leer clásicos: el tiempo pasa, pero no hace mella en ellos). Por ejemplo, la autora insiste en que la sobreprotección es un estilo educativo negativo, siendo necesario buscar en la crianza de los niños el debido equilibrio entre la bondad, las normas y las exigencias.

En relación con lo anterior, en el libro también podemos advertir un tema de rabiosa actualidad como es el de las consecuencias de no respetar la autoridad del profesor por parte de los padres. Para que la educación sea eficaz y eficiente, el profesor ha de conservar la autoridad no sólo en cuanto a mantener el orden dentro del aula, sino también en el sentido epistémico. Por otra parte, la fuerte protagonista de esta novela, que es el vívido ejemplo de quien no se amilana ante las dificultades, nos recuerda algo que parece olvidarse en el hiperconectado mundo actual, en el cual, paradójicamente, la gente se siente cada vez más sola: los seres humanos estamos en este mundo los unos para los otros y, por ende, debemos procurar ser útiles a nuestros semejantes.

 

«Por muy faltos de fuerzas que creamos estar, al hacer todo el bien posible, el más humilde de nosotros puede hacer mucho».


En la novela también se habla sobre la belleza, la vanidad, los matrimonios de conveniencia y la necesidad de leer y estudiar, pero también de experimentar para no terminar viviendo en una quinta dimensión. Definitivamente, disfruté muchísimo de Agnes Grey y espero leer muy pronto la segunda y última novela de Anne Brontë, La inquilina de Wildfeld Hall.



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