En el café de Whistle Stop.

 

 

A veces, un encuentro casual o una conversación aparentemente intrascendente pueden modificar nuestro estado de ánimo y/o nuestro punto de vista sobre determinado asunto. Esto es lo que le sucede a Evelyn Couch, uno de los personajes principales de Tomates verdes fritos (1987), de Fannie Flagg, al encontrarse fortuitamente con Mrs. Threadgoode.

 

 

«No, no era a la muerte a lo que temía. Era a aquella vida suya que empezaba a recordarle aquella gris estancia de la Unidad de Cuidados Intensivos» (pág. 70).

 

 

Evelyn es una mujer de cuarenta y ocho años que no encuentra aliciente alguno en su día a día, lo cual le genera una profunda ansiedad que intenta paliar mediante la comida. Cada semana acude con su marido a una residencia de ancianos para visitar a su suegra, con quien nunca tuvo muy buena relación. Por ello, y mientras su marido disfruta de la compañía de su madre, Evelyn decide esperar fuera y engullir los numerosos dulces que lleva en su bolso. Es así como conoce a Virginia Threadgoode, una anciana adorable que comenzará a contarle todas sus vivencias. Aunque Evelyn la escucha inicialmente con cierto desinterés, pronto se quedará prendada de las historias de Whistle Stop en Alabama, el pueblo de la anciana, y, más concretamente, de las acaecidas en torno a la famosa cafetería de Ruth e Idgie. De este modo, los recuerdos de la anciana irán transformando la actitud de Evelyn frente a la vida.

 

 

Por tanto, en la novela se alternan dos líneas temporales: la conversación de Ninny y Evelyn, que tiene lugar en la década de los años ochenta del siglo XX, y las historias de Whistle Stop, que se centran fundamentalmente en la década de los años treinta y que tienen, en consecuencia, la Gran Depresión americana y la era del jazz como telón de fondo. Además, entre ambas historias se intercalan otro tipo de documentos, como el simpático «Semanario de Dot Weems», todo lo cual contribuye a que la lectura sea muy dinámica.

 

 

«Nunca se sabe lo que hay en el corazón de las personas, hasta que algo les pone a prueba, ¿verdad?» (pág. 110).

 

 

La novela destila un ambiente de constante compañerismo, simpatía y familiaridad, lo cual se debe a la presencia de personajes tan entrañables como Ruth e Idgie –las grandes protagonistas–, Sipsey, Onzell, Dot Weems y muchos más. Y este talante se mantiene a pesar de que las historias de Whistle Stop contienen momentos difíciles, deplorables e, incluso, macabros (me limitaré a decir «Frank»: no me esperaba algo así en esta novela). Por otro lado, y aunque se trate de una lectura sencilla y ligera, en Tomates verdes fritos se exploran numerosos temas, como el grave problema de racismo (segregación racial, Ku Klux Klan...) inherente a una sociedad protestante como la estadounidense, un problema que aún hoy no han sido capaces de superar. De hecho, Ninny le comenta a Evelyn, ya en los años ochenta:

 

 

 «Ahora que lo pienso, es curioso que aquí en Rose Terrace no haya ningún negro, salvo entre los de la limpieza y alguna enfermera...» (pág. 81).

 

 

Otro tema de vital importancia –y al que debería prestarse mayor atención en la actualidad– es el de la soledad en los ancianos, aquellos que, como Ninny, viven en un geriátrico y solo reciben alguna visita de sus familiares muy esporádicamente: toda una vida de trabajo y entrega para que se los considere como una carga que ha de olvidarse bajo la oscura sombra de la más cruda soledad. A pesar de que son merecedores de toda la atención y cariño posibles, Ninny hace alusión a una triste realidad:

 

 

 «Tener hijos no es ninguna garantía de que vayan a venir a verte... en absoluto» (pág. 35).

 

 

Por último, también se exploran cuestiones como el envejecimiento y la depresión; la pérdida y el duelo; la violencia hacia la mujer; la represión sexual y el lesbianismo; el progresivo abandono de los pueblos; las dificultades que atraviesan numerosas parejas para concebir, y los problemas inherentes a la crianza de hijos con algún tipo de discapacidad. Pero, sobre todo, esta novela es una historia de aceptación y superación: una historia en la que la capacidad de amar se antepone, y con creces, al odio y al temor.

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