Bajarse al moro.


El autor español José Luis Alonso de Santos publicó Bajarse al moro, el que quizás sea su libro más conocido, en 1985. Esta obra dramática, que se articula en dos actos y cuya acción se sitúa también en 1985, se desarrolla íntegramente en una habitación desordenada y decorada de forma kitsch. En este espacio confluyen las vidas de cuatro amigos madrileños muy dispares: Jaimito, un joven tuerto que se dedica a fabricar sandalias de cuero y a traficar con droga junto a su prima Chusa, que es quien «baja al moro» –esto es, va a Marruecos– a por el hachís que después venderán en Madrid; Elena, una niña bien con «la cabeza a pájaros y buena ropa» (pág. 101) que intenta integrarse en el mundo de la marginalidad por mera diversión; y Alberto, un policía cobarde, egoísta, creído y atolondrado que juega siempre a dos bandas. A estos personajes protagonistas se suman la grotesca doña Antonia, madre de Alberto, y algunos otros que, aunque implícitos, desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de los acontecimientos (es el caso, por ejemplo, del padre de Alberto).

 


 

La trama gira en torno a la preparación del viaje a Marruecos que Chusa y Elena tienen previsto hacer para adquirir hachís. Aunque Elena no tiene experiencia alguna en estos lances, a Chusa le interesa incluirla en sus negocios en tanto que «socia pecuniaria». Sin embargo, antes de partir han de superar un importante obstáculo: Elena aún es virgen, condición que le impedirá ocultar toda la droga posible en el interior de su cuerpo durante el trayecto de regreso a Madrid. Por ello, los primos organizan un curioso rito –Jaimito llega a manifestar que lo tienen «todo preparado para la bacanal romana» (pág. 129)– con el objeto de que Elena pierda la virginidad y se inicie en los misterios del mundo marginal. A partir de aquí la pandilla comienza a sufrir las múltiples heridas causadas por el desamor, la deslealtad y, en definitiva, por todo tipo de desengaños

 

 

William - Adolphe Bouguereau, La juventud de Baco, 1884.

En cada página de Bajarse al moro se respira el ambiente quinqui que caracterizaba a ciertos grupos marginados de la España de la década de los ochenta, en los que la droga y la delincuencia estaban a la orden del día. De hecho, los personajes utilizan el característico lenguaje juvenil de la época, constantemente entremezclado con el argot propio del mundo de la droga y con el caló. Algunos de los temas tratados en esta obra son la marginalidad frente a la integración, ahondando en la soledad del inadaptado, y el estigma de ser madre soltera en aquel entonces, visible en las fantasías que cuenta la madre de Elena para intentar ocultar que es una de ellas. Pero, sobre todo, en Bajarse al moro encontramos una punzante crítica a la hipocresía, la corrupción y el oportunismo de los más altos estamentos sociales, los cuales esconden sus miserias bajo una capa de aparente modernidad e igualdad; a una sociedad en la que delincuentes y policías se confabulan, y en la que muchos de sus integrantes se fuerzan a aceptar cosas que van en contra del sentido común –y hasta de los propios sentimientos– en aras de un supuesto progresismo, simplemente porque ya «no hay que escandalizarse por nada» (pág. 125). 

 

En definitiva, Bajarse al moro es una obra teatral entretenida y muy ágil que, dado su éxito, fue llevada a la gran pantalla por Fernando Colomo en 1988. Un libro en el que pueden entreverse no sólo las costuras de las relaciones establecidas entre los cuatro amigos, sino también las de los primeros años de la democracia en España. Os interesará si buscáis una obra breve y tragicómica en la que se plasme el ambiente y lenguaje quinquis de los años ochenta.

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