La piedra de moler.


Una de las escritoras británicas más importantes del siglo XX es Margaret Drabble, quien fue galardonada en 1966 con el «John Llewellyn Rhys Prize» por una novela en la que trata el tema de la maternidad: La piedra de moler (1965).

La historia se sitúa en el Londres de los años sesenta y está narrada en primera persona por Rosamund Stacey, una joven y brillante doctoranda cuya investigación se centra en el soneto isabelino. Nacida en el seno de una familia acomodada, Rosemund es una mujer muy independiente cuyo mayor miedo es ofender a los demás y que reconoce sentir auténtico pavor, cual tía Tula unamoniana, ante la perspectiva de mantener relaciones carnales. A pesar de ello, se queda embarazada de un hombre al que no vuelve a ver y toma la decisión de afrontar la maternidad en solitario.

 

Desde ese momento, Rosemund tiene que enfrentarse no sólo a las dudas y miedos inherentes al embarazo, sino también al estigma que supone ser madre soltera en la década de 1960 –aunque el asunto parece menos grave si perteneces a una clase social privilegiada– y a la tan difícil conciliación, esto es, al conflicto que surge entre la crianza de un hijo y el mantenimiento de una carrera profesional. Resulta muy interesante asistir a la evolución que sufre la protagonista a lo largo de todo el proceso, pues, como ella misma afirma, «los niños te empujan a hacer cosas que realmente no te gustan».

 

Con un estilo sencillo y directo, la autora nos brinda una reflexión sobre la maternidad desde una postura honesta, resaltando el profundo vínculo que une a madre e hijo pero sin caer en la idealización. Otros temas tratados a lo largo del libro son el imprescindible equilibrio entre las necesidades ajenas y las propias, así como el rencor social, inculcado desde tan pronto que parece «que viniera de nacimiento, como si dijéramos».

 

En definitiva, La piedra de moler me pareció una novela amena e interesante sobre la maternidad, protagonizada por una mujer tan peculiar como real con cuya historia me sumergí, durante unos instantes, en el «Swinging London» de los años sesenta del siglo XX.

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