Canción dulce.

 

Canción dulce (2016) es un libro con un título y una portada amables: ¿acaso existe imagen más bella que la de una mujer con su pequeño hijo en brazos? Ambos personajes están rodeados de un montón de juguetes desordenados, muestra de las horas felices pasadas en el reino de la imaginación, de los cuentos de hadas. Sin embargo, esa sensación de dulzura se desvanece bien pronto: Leila Slimani te la arrebata en una primera, lacónica y lacerante frase que recuerda, en cierto modo, el inicio de uno de los más famosos libros de Albert Camus, El extranjero.  

A partir de ahí descubres que la mujer de la portada no es la madre del niño, sino su aya, y comienzas a preguntarte insistentemente cuáles pudieron ser los motivos por los que esa escena tan dulce y maternal se trocó en una estampa cruenta, deleznable e injusta. Lees y lees una página tras otra buscando el porqué, el cómo se puede llegar a esa situación que el narrador te suelta abruptamente. Lo más escalofriante de todo es que la autora francomarroquí, según declaró en varias entrevistas, se inspiró en un episodio protagonizado por sujetos de carne y hueso.

Como dice una frase proverbial muy conocida, «las apariencias engañan», y es que nunca sabemos con certeza los abismos que encierran quienes se muestran bajo una capa de radiante perfección. Factores como la precariedad laboral y económica, la soledad, la xenofobia, la depresión, así como la ausencia de un hogar propio y de una familia funcional, pueden desatar la furia de cualquier mar aparentemente en calma. Los personajes que Leila Slimani presenta en esta novela tienen que navegar sorteando, o más bien padeciendo, estos asuntos de tan rabiosa actualidad. Pero si hay un tema sobre el que pivota todo el libro es el de la posibilidad –o más bien la imposibilidad– de conciliar satisfactoriamente la maternidad (el trabajo en el seno del hogar) con el desarrollo de una carrera profesional.

A pesar del interés de los temas expuestos, he de decir que Canción dulce, novela galardonada con el Premio Goncourt en 2016, no terminó de convencerme. Puede que las expectativas me hayan jugado una mala pasada, pero, tras el impacto de la escena inicial y la intriga de los primeros capítulos, sentí que el libro decaía notablemente y, por momentos, me resultó redundante y aburrido. En mi opinión, lo más logrado de esta novela es el personaje de Louise, la niñera que razona patológicamente. Louise, la mujer marchita que anota todo en una libreta florida. Louise, una extranjera en su propia vida.

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