Basado en hechos reales.

 


Lorca: basado en hechos reales (Carpe Noctem, 2021), de Miguel Caballero, es un ensayo que tiene como objeto rastrear los sucesos e individuos en los que Federico García Lorca debió inspirarse para escribir algunas de sus más célebres obras. Por ejemplo, el famoso Romance de la Guardia Civil estaría inspirado, según Caballero, en una huelga jornalera acaecida en Jerez de la Frontera durante el verano de 1923. El autor aporta documentación periodística para recrear este suceso de yermos resultados para los trabajadores y en el que participaron varios guardias civiles que, como Nicolás Velasco Simarro, desempeñaron un papel crucial en el funesto desenlace de García Lorca –un final que, para el autor, se debió a antiguas rencillas familiares camufladas por la política–.

 

El capítulo dedicado a los Camborios está intrínsecamente relacionado con el citado Romance por cuanto Lorca los menciona en el mismo. Caballero se basa en dos fuentes fundamentales para el estudio de los Camborios, comenzando por las entrevistas realizadas a sus descendientes. En este punto, sin embargo, se encuentra con el problema de la memoria que, al ser episódica e individual, no puede ser histórica –sorprende que finalice el libro pidiendo que «hagamos memoria» (pág. 192). ¿Memoria o Historia?–. Por otro lado, se basa en los inacabados estudios de Agustín Penón, los cuales habían sido ya recogidos e incorporados por Marta Osorio a su libro Miedo, olvido y fantasía.

 

Es aquí cuando el autor realiza un inciso, completamente innecesario respecto al objeto de estudio, para intentar demostrar, con un empeño contumaz, que Agustín Penón falleció –adjunta acta de defunción– a causa de su alcoholismo. Para Caballero, esta y otras características de la personalidad de Penón serían muy mal vistas por una familia netamente católica como la del pionero investigador de la biografía de Lorca, lo cual explicaría la reticencia de su entorno a responder a cualquier pregunta acerca de la «oveja negra» –siempre según Caballero– del grupo. Me pregunto si este silencio no pueda deberse, simplemente, a que no quieren hablar. ¿No tienen derecho a preservar la intimidad de su antepasado? ¿El alcoholismo, por ejemplo, no puede ser mismamente rechazado por un ateo, un protestante o un ortodoxo? El hecho de que la familia de Penón profese el catolicismo, religión que es universal desde su propia concepción, no me parece, en modo alguno, una explicación satisfactoria al silencio de la misma. Totalmente accesoria es también la descripción del introvertido carácter de Marta Osorio y de los episodios traumáticos vividos por esta investigadora durante su infancia, lo cual, nuevamente, nada tiene que ver con el tema tratado en el libro.

 

Federico García Lorca 💙

Caballero dedica otro capítulo a Bodas de sangre, drama que parece estar basado en un crimen pasional acaecido en el verano de 1928 en el Campo de Níjar (Almería). A pesar de la confusión mostrada en los apellidos de uno de los implicados, Caballero aporta documentos según los cuales podemos comprobar que este suceso despertó un gran interés en los medios de la época y que, incluso, permaneció en la cultura popular en forma de romance. Asimismo, el autor dedica un espacio a hablar de dos personas del entorno de Lorca, Dolores «la Colorina» y Francisca Alba Sierra, que sirvieron de inspiración al granadino para crear dos de sus más célebres personajes: la Poncia y Bernarda Alba. Sorprende observar la fotografía de esta última por lo bien que Lorca consiguió pintarla con palabras para recrearla en la mente del lector, si bien el carácter de Francisca Alba, al parecer, poco tenía que ver con el de la Bernarda ficticia.

 

El objeto del libro es interesante, pero el resultado se ve empañado por la ruptura del hilo de la narración con temas que no aportan nada, así como por la presencia de algunas frases mal redactadas (pág. 76, por ejemplo) y de ciertas erratas. Además, a todo ello hay que sumarle el perceptible sesgo ideológico del autor, no sólo al asociar el catolicismo con cierta intolerancia, sino también a la hora de hablar de las víctimas de la guerra civil española, en la que pareciera que hubo muertos de primera y de segunda. Esto último puede apreciarse en el capítulo dedicado al Romancero, concretamente cuando habla de la denuncia que un hombre interpuso contra Espasa-Calpe utilizando la obra de Lorca como subterfugio. Según cuenta Caballero, los dos jueces que instruyeron el caso fueron asesinados, pero esta circunstancia se trata de forma bien diferente dependiendo de si el juez fue asesinado por falangistas, lo cual se aclara en el texto y se repite –por si no quedó claro– en una nota a pie de página, o si fue asesinado por republicanos, ya que, entonces, en el texto se dice que «fue asesinado también durante la guerra civil» (pág. 82) y sólo en una fugaz nota a pie de página, en letra pequeñita, se aclara que fue fusilado en la Checa de Fomento. Y, para redondear todo ello, Caballero deduce que la causa se sobreseyó, muy probablemente, gracias al «talante republicano del malogrado magistral Pedregal» (pág. 83)… ¿Qué pensaría Wenceslao Fernández Flórez, autor de maravillosas novelas, del supuesto «talante republicano»? Las guerras son dolorosas para todos, y el comportamiento humano no puede explicarse meramente por la adscripción a un bando o partido político: las personas son complejas y caleidoscópicas.

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