¿Somos tan diferentes?

 


En Lágrimas en la lluvia (2011), la escritora Rosa Montero nos invita a sumergirnos en un futuro distópico donde los límites entre los humanos y los androides se desdibujan. Yo acepté dicha invitación porque el título remite a una de mis películas favoritas, Blade Runner, en concreto al magnífico parlamento final de Rutger Hauer bajo la intensa lluvia. Y es que, en efecto, la autora española se inspira en el fascinante mundo de los replicantes creado por Scott/Dick para construir una intrigante novela en la que reflexiona sobre la humanidad y la tecnología; en la que disecciona las preocupaciones que asolan a los humanos desde un supuesto futuro: desde la mirada de una androide llamada Bruna Husky. 

 

 

Lágrimas en la lluvia...
 

Bruna es, desde luego, el corazón de esta novela y, para mí, un personaje literario que tardaré en olvidar. Se trata de una androide de combate con apariencia completamente humana, a excepción de la pupila vertical que se recorta sobre sus turbios y amarillentos ojos. Trabaja como detective en el Madrid de 2109 y pronto se ve envuelta en la investigación de unos misteriosos y escabrosos asesinatos en los que los androides –conocidos también como rep o tecnohumanos– parecen estar directamente implicados. Pero Bruna no sólo buceará entre las sombras que ocultan a los responsables de tales hechos, sino que también deberá atravesar el frondoso bosque, lleno de sombras, que constituye su mundo interior, a ver si encuentra algo de luz acerca de su identidad y del sentido de su existencia.

 

Acompañar a Bruna en este viaje de autodescubrimiento me pareció sumamente interesante y enriquecedor. Como adelanté líneas más arriba, las fronteras entre los humanos y los androides son sumamente tenues: los rep están dotados de una memoria que les otorga un origen, un pasado, unos recuerdos. Sufren, aman, anhelan y, sobre todo, quieren vivir. Bruna experimenta el proceso de duelo por la pérdida de su pareja, igual que el humano Yiannis llora la pérdida de su hijo Edú. Bruna cuenta cada día que pasa, pues un día menos significa estar más cerca de la llegada del terrible Tumor Total Tecno (TTT) o, lo que es lo mismo, de la muerte de todo androide. Bruna tiene una memoria implantada, trazada por un escritor, pero ¿acaso los humanos no sufren esa misma manipulación de la memoria y de la identidad por parte de quienes dirigen «el cotarro», a través de la televisión, las redes sociales, Hollywood y otros tantos mecanismos? ¿No se presentan adulterados los recuerdos en el humano, dada la fragilidad de su memoria? Por otro lado, los rep pueden implantarse memas adulteradas para vivir otras vidas, para intentar eternizarse. ¿Y ese desdoblarse, ese intento de vivir otra vida, de luchar contra la muerte, no es lo que busca el humano mediante otros derroteros?

 

Según todo esto, ¿existe diferencia alguna entre las preocupaciones y los dilemas que atormentan a Bruna de los que puede tener cualquier humano? Como se especifica a lo largo del libro, la creación de los androides generó todo un debate ético y social que no llegó a solventarse de forma adecuada y, de hecho, la dicotomía entre humanos y androides no parece muy diferente de la que existió –existe– entre otros grupos sociales a lo largo de la historia. La cuestión se agrava cuando entre los humanos no sólo habitan replicantes, sino también seres que, como los omaás, proceden de otros planetas. 

 

 

¿Somos tan diferentes?

 

El Madrid futurista que tan magníficamente traza Rosa Montero está plagado de avances tecnológicos, que son el fruto del supuesto progreso de la civilización. Sin embargo, este progreso sigue dejando de lado a los más débiles, que tienen que vivir en zonas contaminadas al no poder costearse un aire respirable. Este progreso permite preparar una comida caliente al instante, pero no ha sido capaz de mantener caliente el corazón de los humanos, cada vez más carentes de empatía e incapaces de ir de la mano por el bien común: el humano ya no es más que un autómata, un títere, un espejismo, por lo que no resulta extraño que el «movimiento artístico» en boga sea el de los Falsos. Un supuesto progreso que invade la total privacidad de los ciudadanos y que, en definitiva, sigue erigiéndose sobre el miedo y el desasosiego: la tecnología no ha contribuido a mejorar la escala de valores por la que se rige el mundo, ni tampoco puede ocultar sus miserias. 

 

Una novela reflexiva e intrigante con una ambientación espectacular y unos personajes excelentemente dibujados: todo eso es Lágrimas en la lluvia, de Rosa Montero.

Comentarios

Entradas populares